FERROVIARIAPI KAWSASHPA “Viviendo en la Ferroviaria”
Luego de 29 años de camino en el barrio Ferroviaria Alta, en el que hemos nacido la mayoría de Pacha Callari, trataré de relatar una breve muestra de lo que vivimos diariamente, pues me parece el tributo más honesto a la diversidad cultural, que es uno de los orígenes e inspiraciones permanentes de nuestro caminar organizativo.
Sobre las casas elaboradas a mano con carrizo, adobes y ladrillos, manos de hombres y mujeres que también eran expertas para curar el espanto y lesiones, para la siembra y la cría de animales, para atender a la parturienta, preparar la medicina herbolaria con la "flor de ñachik, la pata con yuyu y el molentimi", con la misma delicadeza para sazonar la “colada de churos” o “el caldo de 31”. Sobre esas casas hechas con esas manos multidisciplinarias, emerge hoy con bloque, hormigón y cemento un barrio quizá moderno, pero definitivamente ancestral.
Esas manos, conectadas con mente, corazón y espíritu encontraron en las artes la forma de pervivir muchas ancestralidades. La ancestralidad sonora, inspiradora y formadora de músicos instrumentistas, cantantes, pero también de disc jokers, todos con oídos certeros para buscar el equilibrio de esa diversidad cultural
Ahora mismo, si aguzamos el oído, escucharemos en el barrio a DJ´s haciendo remix de sanjuanitos ecuatorianos a ritmo de cumbia colombiana con samplers de euro beat y techno. Más allá, a solistas, hombres y mujeres, repasando repertorios de temas ecuatorianos mixeados con chicha peruana, para el hornado solidario del fin de semana. También escucharemos ensayando, entre cantos para la misa o el culto, a jóvenes haciendo covers de rock en inglés o latino, pero también, de Karabana, Israel, Bodega, sonoridades con las que crecieron y siguen caminando.
También escucharemos, siguiendo las huellas dejadas por Raza Brava, Bello Horizonte y de Canto Libre y la Orquesta Quinta Dimensión que siguen activos con cerca de 40 años de trayectoria, a grupos de músicos autodidactas, interpretando folclore boliviano y peruano, pero también, bombas del Chota y recreaciones de Ángel Guaraca como una muestra de la pervivencia de la ancestralidad sonora indígena y afro descendiente en las andanzas barriales mestizas.
Pero esa ancestralidad sonora, no solo está en la música, está indudablemente en la voz de la gente, de los dirigentes barriales, hombres y mujeres, como expresión viva de resistencia urbana. Esas voces son el testimonio de la voz de la primera habitante milenaria de la Ferroviaria Alta, el agua. Esa sonoridad ancestral de vertientes y pogllos, que por siglos rompieron el silencio de las quebradas, por donde hoy existen escalinatas. Una sonoridad nunca acallada, solo detenida por el cemento y el abandono, una ancestralidad sonora que también volvió a resonar en las primeras voces del teatro de la calle quiteño.
Cuando esas manos conectadas con mente, corazón y espíritu para el “takirishun” se conectan con los pies para el “tushushun”, para el baile, que es otro caminar incansable, estamos frente a otra ancestralidad, la del movimiento, la cinética.
Si caminamos por el barrio encontraremos jóvenes repasando ritmos bolivianos, pero también, raymis y fandangos de Otavalo y tejidos de cintas para los priostazgos familiares y comunitarios. Pies en movimiento incansable, inspirados y formados por una ancestralidad cinética, que ha configurado el territorio barrial, haciendo camino, siguiendo la ruta del agua en el ir y venir de las quebradas y vertientes, haciendo los chakiñanes que originaron las calles que fueron abiertas en mingas, a mano, para luego ser bautizadas con la identidad del ferrocarril de Alfaro.
Pies que encontraron en el fútbol barrial otra opción para pervivir esa ancestralidad cinética, en el juego, pero también en la minga y el combate por el espacio comunitario y en la fundación de la Liga Oriental, una de las más antiguas de Quito, en un esfuerzo por mantener el espíritu comunitario, que ahora se multiplica en varias ligas barriales independientes. Pies que siguen recorriendo el Gran Camino, el Qhapaq Ñan, el camino del Inca, la ruta de la sabiduría, conocida hoy por ello, como calle La Sofía.
Manos, pies, mentes, corazones y espíritus conectados a una ancestralidad a través del sonido y el movimiento, enfrentando el silencio y la pasividad de las autoridades, para continuar el camino cotidiano, con emprendimientos, con organización, con las artes, el deporte; un barrio que nace y vive de la diversidad cultural.
Después de 29 años de camino como Pacha Callari, advertimos una ancestralidad sonora y cinética que nos sigue inspirado y sigue formando a las nuevas generaciones. Hoy las proponemos como categorías conceptuales para el debate académico, para entender y procesar la diversidad cultural con un enfoque territorial, para seguir caminando “ukumanta llukiman”, desde abajo y hacia la izquierda.
ROSENDO YUGCHA CH.
18/08/2024
#desdelbarrio
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