Esa parte de tu historia
Detrás de los abismos de tu pecho
llora un niño solitario,
asoma su tristeza entre la arritmia,
su nostalgia entre la abulia
y su impotencia con hipertensión.
Detrás de tu ceguera selectiva
vive un joven con preguntas
que nadie se tomó el tiempo de contestar,
más que la calle con tremendos bofetones
y la vida con la misma piedra,
esa que va creciendo cada vez que te tropiezas.
Y hoy, más que piedra, es un gran muro,
un muro impenetrable
tras el que te resguardas para no sentir dolor,
pero tampoco te deja ver más allá.
Debajo de tu tan odiada calvicie
hay mucho más que el infortunio de la genética.
Hay un hombre preocupado eternamente
por alimentar a diez hermanos,
una madre, más de seis mujeres,
y solo Dios sabe con certeza cuántos hijos, porque tú mismo dudas.
Hay una inteligencia privilegiada
gobernada por la tiranía de la soberbia,
y la migraña que provoca ese insondable enigma que no logras resolver.
Detrás de tu escandaloso silencio,
grita «Ayuda» en tres idiomas
un espíritu indomable, insurrecto, pendenciero, encarcelado por la falta de oportunidades
de este país que hace tanto te quedó pequeño,
pero del que no escapaste.
Lograste salir del barrio, pero el barrio no salió de ti.
Hoy, después de mucho rebuscar en tu mirada,
de estudiar Psicología, de escribir canciones a mis hijas,
de escudriñar el andar lento e inseguro de mi madre,
de preguntarle a la luna sobre el origen de mis instintos licantrópicos,
de lastimar a tantas mujeres,
de ser amigo de hombres mayores,
de sentirme incapaz de ver en mi hermano a un adulto
-porque, a sus más de cuarenta,
me sigue recordando su mirada
a la del niño que dejaste esperando tras la puerta-,
después de platicar tantas noches con mi abuelo
sobre la sutil diferencia entre disfrutar de la vida
y perderse en la inconsciencia,
de preguntarme hasta ahogarme en llanto
si en verdad uno le debe a los hijos la vida entera,
después de haberme bebido el mar y seguir teniendo sed…
Hoy solo vengo a agradecerte
porque nunca me pusiste fácil nada que valiera la pena, porque me enseñaste que un hombre
vale por lo que sabe y no por lo que tiene,
porque instauraste en mí, como un dogma,
esta hambre insaciable de trascendencia,
por curar mi primera resaca,
por hacerme leer a Rius,
por enseñarme a pedir perdón,
aunque tardaras tanto tiempo, cabrón.
Por obligarme a hacer caso a mi madre,
por poner en mis manos de niño
la responsabilidad de un hombre
y demostrarme, así, de qué soy capaz,
por no despegarte de mi lado en el hospital, por no culpar a tu padre de tus errores
y siempre, siempre, asumirlos como propios.
Pero sobre todo
hoy te agradezco por haber puesto en mi mejilla
un beso por cada golpe que tú recibiste y, al menos
esa parte de tu historia, no repetirla conmigo.
Негізгі бет Музыка EDGAR OCERANSKY - ESA PARTE DE TU HISTORIA (VERTICAL VERSION)
Пікірлер: 14