Este hombre, Segismundo Casado López, puso fin a la guerra, liquidando, en cuestión de días, la segunda república española. Para unos, incluidos numerosos republicanos, fue un benefactor que salvó muchas vidas, pues dicho fin estaba anunciado y la república sentenciada desde, al menos, la conclusión de la batalla del Ebro; para otros fue un traidor, que entregó, prematuramente y sin combatir, una república, muy debilitada, cierto, pero todavía consecuente, a un dictador que venía sediento de sangre y que en ningún momento se había molestado en ocultar, o siquiera disimular, los pendones de venganza que enarbolaba con notable ostentación. Y ello en un momento en que resultaba más que probable la hipótesis de que el conflicto español quedara englobado en uno más vasto, pero de idéntica naturaleza, que iba a oponer los totalitarismos emergentes, apoyados en el estamento militar, a sus detractores que defendían, desde visiones diferentes, la soberanía popular, ya expresada democráticamente, ya mediante la dictadura del proletariado. Alianza, esta última, que se rompería estrepitosamente más tarde, pero eso es ya otra historia. En ese momento era así.
Decidirse entre los calificativos de héroe o villano, no es tarea fácil en este caso. Razones para una y otra atribución no faltan.
Негізгі бет EL CONTROVERTIDO PRONUNCIAMIENTO DEL CORONEL SEGISMUNDO CASADO
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