Ahora bien, basta con mirar hasta de soslayo a nuestra cultura para ver que está arrobada con el “culto al trabajo” que es en realidad un “culto al dinero que produce” y con ello al “poder” adquisitivo que confiere. Pero esta religión tiene muchos bemoles y sostenidos, pues trae consigo un estrés eterno con sus múltiples enfermedades subsecuentes, sus desatinos en las relaciones laborales y familiares correspondientes, una insatisfacción en la vida con los cardos y espinos que produce y una sensación de frustración, desasosiego, falta de significado y de propósito reales. Y por favor con esto no se lea que estoy promoviendo la flojera ni sus vicios aledaños, ya que éste sería el otro extremo de la misma historia. Estamos hablando de una manera de abordar la actividad, el trabajo como si allí empezara y de allí dependiera la vida, sin lugar para la frescura del reposo, de la espiritualidad, del “huerto donde Dios se pasea por los frescos atardeceres buscando conversar, compartir, convivir con nosotros”. Un trabajo que es todo en la vida, de sol a sol, y que vale más que las relaciones humanas, que las personas, que los principios, que Dios. Un trabajo desconectado del propósito eterno, de la significación última, de la identidad propia y las de los demás, de la vida, de la realidad… un fetiche al fin montado en el templo de nuestras “conveniencias”, “petulancias” y “comodidades” … Un trabajo maldito y maligno a la vez que contamina todo lo que toca.
Негізгі бет El Mal de Ojo La Letra que se Esfumó 3
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