En estos tiempos de polarización y “posverdad,” el liberalismo (o mal llamado “neoliberalismo”) se ha convertido objeto de difamación y descalificación, ya sea entre candidatos presidenciales, miembros de la intelligentsia, periodistas, empresarios, líderes clericales, de la derecha, de la izquierda, de donde sea. La interrogante natural, por ende, es ¿qué es el liberalismo?
Hay “liberales” de todo tipo; y todos, sin excepción, ofrecen su definición al respecto. Parecería que cada liberal moderno es, a la vez, participante de una herejía, pero parte de una secta.
La libertad, en su expresión total, conlleva una actitud específica, un temperamento ante el conocimiento, el temperamento liberal. Esta es una forma, quizá apropiada, de entender el liberalismo-no como doctrina, o tesis, o receta preconcebida en las aulas académicas, no como algún consenso político o pacto general. El liberalismo, así visto, es una actitud ante el conocimiento, ante la realidad externa-un temperamento humilde, que se adapta a los cambios, pero que privilegia lo conocido sobre lo desconocido, la tradición histórica sobre el heroísmo de un caudillo salvador.
En una sociedad abierta, todos tienen visiones y valores, pero en ella rige la norma fundamental es que ningún miembro puede imponer su visión sobre otros. Esa es la fuente de la libertad: las decisiones normativas del deber ser, de qué hacer, cómo hacerlo, se toman en forma independiente de una previa concepción de cómo se debe vivir la vida del ser humano. Este es el temperamento liberal: aquel que celebra la migración, la pluralidad de ideas, la diversidad política, el derecho al respeto ajeno. Es el mismo temperamento que propone límites al uso de la autoridad, y abandonar la vanidad de planear o dirigir la actividad de otros proyectos de vida.
Expone: Roberto Salinas León.
Негізгі бет El temperamento liberal
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