Desde este sábado, ya no tenemos que llevar mascarilla en la calle. Vuelve nuestra fisonomía al espacio público, para bien o para mal. Es la segunda vez que un gobierno español propone que nos desembaracemos de los embozos. Está irá bien, seguro, pero la última, en 1677 cuando el marqués de Esquilache decretó la prohibición de la capa larga y el chambergo porque ocultaban armas y pendencias, se montó un buen lío. Hoy no pasará porque los únicos embozos pendencieros, como todos sabemos, son los de los anónimos digitales en las redes sociales.
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Негізгі бет El verano de nuestras vidas, según Eric Rohmer | Pedro Vallín
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