Joaquín Sabina desgranó en el Instituto Cervantes su trayectoria creativa azuzado por dos incondicionales: el escritor Benjamín Prado y la periodista Nativel Preciado.
«No recuerdo un solo momento de mi vida en que yo decidiera que iba a ser cantante, nunca. Mi principal pasión era y es leer», rememoró. «Lo de cantar fue viniendo solo, primero para ganarme la vida» y después con el objetivo de mejorar y dignificar las letras de las canciones de la época, que estaban «faltas de magia y de literatura». De ahí el nacimiento de «La Mandrágora» con Javier Krahe.
«No me falta nada, estoy moderadamente en paz conmigo mismo». Y orgulloso de amistades como la que mantuvo con el poeta Rafael Alberti, que «tenía un oído musical impresionante y un gran talento para la rima musical».
Sabina escribe poemas, pero adora los sonetos, que compone «por amor a la rima clásica y al sonido de las palabras». En los conciertos multitudinarios, ha sentido «verdadero miedo escénico» por la posibilidad de defraudar al público y no darle todo lo que espera de él.
Y para cerrar el coloquio, una doble pregunta obligada: su salud y su posible vuelta a los conciertos. «Me encuentro bien, sobre todo por haber sobrevivido» a la situación de pandemia. «Me siento bien -insiste- pero no pienso volver a los escenarios» mientras la gente tenga que ir con mascarilla, no pueda fumar o juntarse por la covid, lo que no ocurrirá al menos en un año y medio, sobre todo en Hispanoamérica, augura. «Pero sí volveré para decir hola y adiós».
El homenaje concluyó con un aplaudido discurso, irónico y en tono de humor, que Sabina y Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, leyeron, y que ambos compusieron al alimón para el Congreso Internacional de la Lengua Española de 2019 en Córdoba (Argentina).
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Негізгі бет Encuentro con el músico y escritor Joaquín Sabina
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