Hervás. La calle más estrecha de España, o al menos de Hervás, es un angosto pasadizo techado de no más de medio metro. La claustrofobia que uno siente al pasar por ella en la oscuridad de la noche hervasense, evoca la odisea de los judíos del Reino de Castilla allá por el año 1391, cuando la Iglesia los señalaba como causantes de todas las desgracias imaginables. La cosa acabó mal, claro, con turbas asaltando las juderías de Sevilla, Córdoba y otras ciudades, y con el asesinato de muchos de sus vecinos. Los aterrados judíos supervivientes pusieron pies en polvorosa. Muchos se esparcieron a lo largo de la montañosa y despoblada frontera hispanoportuguesa, desde la sierra de Huelva hasta Galicia.
Tras un viaje de penurias, algunos de esos fugitivos fueron a parar al valle del río Ambroz, al noroeste de la actual provincia de Cáceres, entre huertas, higueras y castaños. Mientras tomamos unas cervezas en las terrazas situadas bajo los soportales de la plaza, leemos que Hervás acogió a 45 familias sefardíes que aquí se ganaron la vida como tejedores, médicos, comerciantes... Los documentos de la época identifican apellidos como Cohen, Çalama, Haben Haxiz, Molho... Su peso demográfico en el pueblo se reflejó en un dicho: “En Hervás, judíos los más”.
Las ordenanzas castellanas de la época afirmaban el derecho de las comunidades judías a tener una sinagoga allí donde se reunieran más de diez familias. El templo de Hervás estuvo en el número 19 de la actual calle Rabilero.
Entre los números 3 y 5 de esta misma calle se abre otro estrechísimo callejón. La tradición romántica lo asocia a encuentros clandestinos y a besos de enamorados. También sirve para comprender cómo se creaban las antiguas juderías, llenas de recovecos y escondrijos, con múltiples entradas y salidas en previsión de persecuciones o asaltos.
Durante algunas generaciones, los judíos de Hervás vivieron en paz, mezclados con el resto de los vecinos, pese al escrutinio hostil de la Inquisición. Hasta que, ya en 1492, los Reyes Católicos decretaron su conversión forzosa o la expulsión del reino. Más de la mitad de las familias hebreas de Hervás tomaron el camino del exilio portugués; se sabe por el registro de los viñedos abandonados.
Al caer la tarde, llegamos hasta un lugar encantador llamado la Fuente Chiquita. Aquí sitúa la leyenda, los amoríos Maruxa, hermosa hija de un rabino, y Julián, joven cristiano de familia pudiente. Cuando el amor surge entre ambos, desafían los prejuicios de sus padres y tienen apasionados encuentros en este fresco rincón cercano al río. Hasta que alguien los delata, y Maruxa debe marchar para salvar su vida, convirtiéndose en ‘la judía errante’.
La brisa otoñal aun susurra ecos de la leyenda, y allí permanecen el hermoso puente medieval sobre el río y la fronda que lo rodea. La judería de Hervás perdura como entidad urbanística, aunque sus habitantes profesen otros cultos desde hace muchas generaciones. Hubo que esperar a la segunda mitad del siglo XX para que el pasado judío recuperase protagonismo y prestigio. En 1969, Hervás fue declarado Conjunto Histórico Artístico gracias a su judería. Entre 1989 y 2012, el Ayuntamiento impulsó un ambicioso plan de restauración del barrio. Hoy Hervás forma parte de Caminos de Sefarad, la selecta red que agrupa las mejores juderías de España: Gerona, Toledo, Córdoba, Palma... El pasado judío resurge con fuerza en la propia identidad, en la cultura hervasense.
Desde 1997 se celebra a principios de julio el Festival de los Conversos con el objeto de divulgar durante varios días al año (normalmente cuatro) cómo fue el periodo de convivencia de las comunidades judía y cristiana utilizando la expresión teatral, musical e incluso gastronómica. La gente se viste de personajes del siglo XV, las calles se engalanan para ser más medievales todavía y se colocan multitud de puestos ambulantes en un espectacular mercado. Con ello se pretende dramatizar las nefastas consecuencias de la conversión forzosa y la persecución posterior.
Además de ello, Hervás es un pueblo que resiste al fenómeno de la España vacía, que se ha ensanchado en los últimos años, con una oferta de ocio, restauración y cultura que sorprende, con restaurantes de diseño, bares especializados en cerveza artesanal procedente de todo el país, locales donde se puede cenar escuchando blues en vivo. Y todo ello rodeado de un impresionante medio natural de montañas y bosques de robles y castaños.
Este Hervás, judío y hospitalario sorprende al viajero, que al abandonarlo, siempre piensa en volver algún día.
Негізгі бет Hervás, judía y hospitalaria.
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