La Rioja Alavesa (Arabako Errioxo, en euskera), es una de las siete Cuadrillas, que comprende la provincia alavesa. Se trata de uno de los territorios mejor definidos de la geografía española, de 316,3 km2 de extensión, habitado por 11,624 personas, formado por quince municipios y 23 núcleos de población. En medio, y como capital comarcal: Laguardia (Biasteri, en euskera).
Y es precisamente el singular escenario natural de esta Cuadrilla, delimitado por las sierras de Cantabria y de Toloño, al norte, y el curso del Ebro, al sur, que garantizan una riqueza de agua, tierra fértil y verdor, lo que ha condicionado a lo largo de los tiempos la codicia de numerosas culturas que, desde la Prehistoria, no han dejado de asentarse en este paraíso en la tierra como es la Rioja Alavesa, como lo confirman la riqueza de monumentos megalíticos, villa romanas y recintos amurallados que protegen conjuntos artísticos de gran riqueza.
Laguardia, a 635 metros de altitud, sobre un dominante altozano, es un balcón natural para contemplar gran parte del territorio que ocupa la Rioja Alavesa. En la Alta Edad Media era conocida esta población como: “La Guardia de la Sonsierra Navarra”; y “Biasteri” (pueblo de las dos peñas, en euskera); pero, desde hace un par de décadas, la Real Academia de la Lengua Vasca definió como correcto: “Laguardia”, en claro reconocimiento al destacado papel de plaza de frontera que, esta villa, tuvo durante gran parte de su historia medieval y moderna, entre los reinos de Navarra y Castilla.
La fundación de Laguardia se remonta a finales del siglo X, en tiempos de Sancho Garcés II “Abarca”; sin embargo, el trazado urbanístico que hoy nos deleita admirar, y que evoca el de las “bastidas” del SO de Francia, es de tiempos de otro monarca navarro: Sancho VI, “el Sabio” -el navarro que fundó Vitoria-, quien, en 1164, no sólo le concede la Carta de Villazgo, sino que invita a la influyente Orden del Temple a que se instale en la población, al tiempo que se determina la extensión de su término (81,4 km2). Los templarios ayudaron en el desarrollo del esquema urbanístico actual; estos caballeros fomentaron los libres comercios con las comunidades no cristianas -judíos y moriscos-; los primeros, destacados artesanos y los segundos expertos agricultores, verdaderos jardineros del paisaje. Se dice que Laguardia era tan rica que no precisaba de murallas.
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