En los confines de la época dorada del Imperio Romano, emergió una figura colosal que resonaría a través de los anales de la historia: Marco Cornelio Nigrino. Originario de Edeta, una joya en la provincia de Hispania Tarraconensis, sus raíces se entrelazaban con la tierra misma, marcadas por la sangre indígena que fluía por sus venas.
Nigrino ascendió por la escalera del cursus honorum, dejando su huella en los reinados de Vespasiano, Tito, Domiciano y Nerva. En el año 83, alcanzó las alturas del consulado sufecto, compartiendo el honor con Sexto Carminio Vétere. Su familia, agraciada por la mano de Augusto, abrazó el nombre Cornelio y se elevó al estatus de Municipium Civium Romanorum, asegurando su lugar en la aristocracia romana.
Su padre, Marco Cornelio Nigrino, tejedor de alianzas, pudo haber unido su destino con Curiacia Materna, posiblemente hermana del elocuente Curiacio Materno, fusionando así los lazos de una familia indígena tarraconense con la esencia itálica de la Bética.
La riqueza de Nigrino se cimentaba en una explotación minera y una fábrica de vidrio en Segóbriga, en la provincia de Hispania Citerior. Como miembro del Ordo equester, su fortuna lo catapultó al senado tras una breve carrera decurional en su municipio. Las garras del deber militar lo llevaron a ser tribuno de la Legio XIV Gemina Martia Victrix, destacando su valor en Britania y el Danubio entre los años 63 y 69.
La ascensión continuó con su nombramiento como legado de la Legio VIII Augusta en Argentorate, en la distante Germania Superior. Desde allí, asumió el cargo de gobernador en la pródiga provincia de Galia Aquitania, consolidando su prestigio.
El año 83 lo vio erigirse como cónsul sufecto en la majestuosidad de Roma, una culminación de su brillante carrera. Al año siguiente, asumió el control de Mesia, donde su destreza militar floreció en la guerra contra los dacios durante la Guerra Dacia de Domiciano. Entre los años 86 y 89, se convirtió en el gobernador de Mesia inferior y líder de la Legio V Macedonica, consolidando aún más su reputación en la maquinaria militar romana.
Con la mirada fija en horizontes distantes, Domiciano, en sus últimos actos de gobierno, confió a hombres de confianza las riendas de las provincias cruciales. Nigrino emergió como el gobernador de Siria entre los años 95 y 97, liderando con astucia y perspicacia en un territorio intrincado.
En un rincón del tiempo, se conserva un pergamino que resuena con la grandeza de Nigrino. Fechado en el aniversario del ascenso al trono de Domiciano, el 10 de agosto del año 93, se proclama la duodécima concesión de la tribunicia potestas al emperador. Nigrino, como gobernador de Siria, era parte integral de este mosaico de poder que definía la majestuosidad del Imperio Romano en su apogeo. Así, en la vastedad de su carrera, Marco Cornelio Nigrino se erige como una figura imponente, un pilar de la grandeza que esculpió el destino del Imperio con valentía y habilidad.
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