Del castillo de miel salen las vírgenes a mostrar al mundo lo que han aprendido. Melisas -antes ninfas, ahora adultas- siguen a la monja y al guía de la barba bermeja. Salen del edificio dorado para contar una historia que ya no será secreta.
El arte de Remedios Varo (1908-1963) esconde historias aún no contadas: ideologías, influencias, derroteros que la pintora siguió permanecen ocultos en espera de ser desentrañados. Dos de estas temáticas son el sindicalismo obrero femenino y la religiosidad. Remedios Varo es obrerista y teresiana. Algunos fruncirán el ceño cuestionándose:¿Remedios, religiosa? Sí que lo es, con toda certeza, a partir de las más profundas raíces etimológicas del vocablo religión. La idea de re-ligare, “ligar con fuerza” al ser humano con la divinidad, está implícita en las creaciones de la artista como un hilo conductor invisible pero firme.
El óleo Hacia la torre (1960) es una muestra de la gran parábola político-espiritual escondida en las obras de Varo. Esta pintura forma parte de un tríptico que narra el proceso evolutivo del alma humana en pos de la perfección. Las otras dos piezas que completan la trilogía son Bordando el manto terrestre y La huida, ambas realizadas en 1961. Las tres obras conforman un tapiz apícola en donde las almas-abejas-obreras se empeñan en el progreso integral del ser. Las jóvenes representadas sobre esos paneles son alumnas de un gineceo que por sus características nos remite a las escuelas iniciáticas de la antigüedad más remota, a las “casas de castidad” fundadas por Santa Teresa de Jesús en el siglo XVI y a las organizaciones de mujeres trabajadoras que la Iglesia fomentó en la primera mitad del siglo XX.
En el óleo Hacia la torre, las jóvenes de rostro e indumentaria uniformes avanzan en un grupo compacto. Con sus cabezas de cabelleras claras, unidas en hilera, sugieren el cuerpo del gusano de seda, ese al que Santa Teresa, la monja de Ávila, se refería cuando explicaba en sus Moradas la metamorfosis de las ninfas en insectos que saben volar.
La escuela que Remedios retrata en su tríptico es la misma que describe Maurice Maeterlinck en La vie des abeilles (1901): “Allí iba a aprenderse, en la escuela de las abejas, las preocupaciones de la Naturaleza omnipotente, las luminosas relaciones de los tres reinos, la organización inagotable de la vida… y lo que es tan bueno como la moral del trabajo”.
La leyenda sobre la infancia y juventud de Remedios -que de tanto repetirse parece verdad- cuenta que la madre de la artista la inscribió en un colegio de monjas y que la futura pintora y su padre estaban inconformes. La realidad es otra. Es fácil comprender que un librepensador, anticlerical y tachado de blasfemo apruebe que su hija estudie el catecismo, si revisamos cuál era la situación del catolicismo español por entonces. La Iglesia, ante la creciente deserción de sus seguidores y para ganar nuevos adeptos, promulgó textos como la encíclica Rerum Novarum (1891) abogando por la justicia social y la equidad en el reparto de las riquezas. Con el tiempo estas medidas generaron simpatía aun entre masones, librepensadores y ateos. Fue así como el teresianismo encontró un auge inusitado en la primera mitad del siglo XX. Los ideales de Santa Teresa -la reformadora de la Orden del Carmelo-, basados en la búsqueda del bien común y en la dignidad del trabajo, se difundieron en los colegios que promovían una educación “moderna”. El catecismo que Remedios estudió es el de los obreros y los ricos, basado en la idea de que el ser humano necesita del bienestar espiritual pero también de la estabilidad material con jornadas dignas y un salario justo...
-Magnolia Rivera
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