VALENCIA - Sergi Tarín
Tenía ganas. Hace tres años, el 6 y el 8 de abril, la alcaldesa de Valencia apuró decretos y leyes relámpago y de un zarpazo derribó cinco casas en El Cabanyal. El mismo 8 de abril, el Tribubal Constitucional puso freno a las excavadoras con una paralización cautelar del PEPRI, el plan de Barberá para prolongar la avenida de Blasco Ibáñez hasta al mar a costa de 1600 viviendas de alto valor histórico.
Desde entonces, la alcaldesa ha merodeado todos los vacíos del sistema con el afán de hallar un hueco donde meter la pala. Y lo consiguió el pasado viernes, al alba, como los helicópteros de Trillo y los bulldozers en Cisjordania. Además, en la zona de la prolongación, cerca de grupos de casas de pescadores construidas en la República y viejas fábricas de hielo con rumor obrerista en las novelas de Blasco Ibáñez, el autor más vapuleado por las oficinas de Urbanismo. Allí, donde Barberá planea ocio para ricos, el artista rumano Constantin Tudor Nitu osó edificar su castillo de arena. Un híbrido de las fortalezas piamontesas, con foso para cocodrilos y puente levadizo, cordón umbilical a un pueblecito medieval sobre una colina. Todo clásico, sin influencias calatravescas. Un insulto para la estética consistorial. Entonces, la pala se lo llevó al olvido.
Nitu y su familia habían precisado de tres meses para levantar el castillo. La excavadora lo aplanó en cinco minutos. Antes, un ejército regular de policías asedió la plaza durante la víspera. Los argumentos fueron de diverso calibre. Según los agentes, los niños podían cortarse con los utensilios de los artistas: palas, rastrillos, cubos y bombas de agua. "Material peligroso" (sic) que puede adquirirse libremente en todos los bazares de la ciudad. Visto así, se espera un verano crudo de redadas de niños a orillas del mar. En segundo lugar, "por entorpecer el paso de la gente" en una playa de más de 10 quilómetros. Los locales debieron confundir el numeroso grupo que se hacía fotos en el castillo, con una cola para llegar a la arena. Ya se sabe, acceder a cualquier lado a través del patio de armas de un castillo transalpino no tiene precio.
El tercer aspecto ahondó en la batalla psicológica, tan usual en las embestidas medievales. Los agentes se dedicaron al proselitismo entre viandantes y periodistas: "Son delincuentes, esto es un nido de carteristas, aprovechan que los bañistas van agua para dejarlos limpios". Durante el derribo, no se halló botín alguno ni en las mazmorras ni en la torre del homenaje, pero la policía ya había sembrado de peste la reputación de los artistas. Más tarde, su abogado, Ángel Herráez, tecleaba en la base de datos del ministerio: "Limpios como una patena. Ni un solo antecedente".
Nitu llegó a Valencia en mayo de 2011 en busca de su padre, Dumitru, tres meses desaparecido entre cuadrillas de recogida de naranja. Lo encontró en una fábrica abandonada de la calle Canarias, en Valencia, sin un euro. Al mes, el dueño de la fábrica los echó a la calle y padre e hijo vivieron al ras en un parque de Justo y Pastor. De ahí, se mudaron a una residencia de Cáritas en la avenida del Puerto. Por ese tiempo, su madre llegó de Rumanía y los tres alquilaron una cama por 120€ en la calle de la Conserva. Sin dinero, sin trabajo, decidieron invertir lo poco que les quedaba, 300€, en un coche de segunda mano que se convirtió en morada. Lo aparcaron junto al Paseo Marítimo e iniciaron la construcción del castillo. En diciembre de 2012, los invitaron a participar en un concurso de belenes de arena y lo ganaron. De los 500 euros del premio se gastaron 300 en alquilar un piso en los bloques Portuarios que resultó una estafa. Otro compatriota les dijo que era suyo cuando la propiedad es del IVVSA (Instituto Valenciano de la Vivienda), que los denunció.
Nitu y su familia acordaron con el juez que se marcharían a mediados de abril. Tenían la esperanza de apurar el plazo y alquilarse otra casa con las propinas de estos días de Pascua. Pero las palas demolieron todo pronóstico. "Estoy harto. Esta es mi historia. Muy bonita España". Frases cortas que Nitu lanza como dardos, aunque no se rinde. Planea solicitar un nuevo permiso al servicio de playas y construir un castillo que será "enorme, de guiness". Se trata de la fortaleza del conde Drácula, a 60 quilómetros de Ploiest, la ciudad natal de Nitu, quien está dispuesto a pagar un alquiler por la arena y organizar un taller para niños que funcione como guardería mientras los padres descansan en las terrazas. Y añade: "El castillo será grande, muy grande. Propongo que Rita Barberá se traslade aquí con todas sus dependencias municipales".
Негізгі бет Rita Barberá reanuda los derribos en El Cabanyal tres años después
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