Salmo: 74:1
1 Oh Dios, ¿por qué nos has rechazado para siempre? ¿Por qué se enciende tu ira contra las ovejas de tu prado? 2 Acuérdate de tu congregación, que compraste desde la antigüedad; de la vara de tu herencia, que redimiste; de este monte Sión, en el cual has habitado. 3 Alzad vuestros pies a la desolación eterna, a todo lo que el enemigo ha hecho mal en el santuario. 4 Tus enemigos rugen en medio de tus lugares santos; les pusieron sus emblemas mediante signos. 5 Un hombre se hacía famoso con tal de que alzara sus hachas contra la espesura de los árboles. 6 Pero ahora toda obra tallada la rompen al momento con hachas y martillos. 7 Incendiaron tu santuario; Profanaron la morada de tu nombre, derribándola por tierra. 8 Dijeron en su corazón: Vamos a estropearlos en seguida. Quemaron todos los lugares santos de Dios en la tierra. 9 Ya no vemos nuestras señales, no hay profeta, ni hay nadie entre nosotros que sepa cuánto durará esto. 10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, nos enfrentará el adversario? ¿El enemigo blasfemará tu nombre para siempre? 11 ¿Por qué retiras tu mano, es decir, tu mano derecha? Sácalo de tu pecho. 12 Sin embargo, Dios ha sido mi Rey desde la antigüedad, obrando salvación en medio de la tierra. 13 Dividiste el mar con tu fuerza; Rompiste las cabezas de las ballenas en el agua. 14 Rompiste en pedazos las cabezas de Leviatán y le diste de comer a los habitantes del desierto. 15 Partiste la fuente y el arroyo; secaste los caudalosos ríos. 16 Tuyo es el día y tuya es la noche; preparaste la luz y el sol. 17 Tú has establecido todos los límites de la tierra; verano e invierno tú los formaste. 18 Acuérdate de esto: que el enemigo ha desafiado al Señor, y que un pueblo loco ha blasfemado tu nombre. 19 No entregues el alma de tu tórtola a las fieras; No olvides para siempre la vida de tus afligidos. 20 Presta atención a tu pacto; porque los lugares oscuros de la tierra están llenos de moradas de crueldad. 21 Oh, no vuelvan avergonzados los oprimidos; que los afligidos y los necesitados alabe tu nombre. 22 Levántate, oh Dios, defiende tu propia causa; Acordaos de la afrenta que os hace cada día el loco. 23 No olvides los gritos de tus enemigos; El tumulto de los que se levantan contra ti aumenta continuamente.
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