18-04-2014
La «Rompida de la Hora»: un trueno que hace vibrar las paredes en Calanda
Declarado de Interés Turístico Nacional, el acto, en el que el pueblo estalla en un redoblar de tambores que dura varias horas, tuvo un gran impacto en el genio Luis Buñuel
«Los tambores, fenómeno asombroso, arrollador, cósmico, que roza el inconsciente colectivo, hacen temblar el suelo bajo nuestros pies. Basta poner una mano en la pared para sentirla vibrar. La naturaleza sigue el ritmo de los tambores que se prolonga toda la noche. Al amanecer, la membrana de los tambores se llena de sangre: las manos sangran de tanto redoblar. Y eso que son manos rudas, de campesino», describe el cineasta Luis Buñuel en «Mi último suspiro», sus memorias, acerca de la «rompida de la hora» de la Semana Santa turolense en su Calanda natal, en donde a partir de las 12 del mediodía del Viernes Santo, y tras la campanada de la iglesia, cientos de personas concurrentes en la plaza tocan a la vez el tambor y el bombo. De la quietud artificial al estruendo absoluto. Se responde al silencio de la manera más brutal. E incluso alguno podrá llegar al ensimismamiento, a la evasión del fragor salvo como fondo difuso, como si se estuviera bajo el agua, en ese ojo de huracán sónico en el bajo Aragón, lo que Buñuel definía como estar en «una especie de embriaguez que se apodera de los hombres», y que será obviamente por muy pocos segundos, que se rompen al igual que la hora también, para volver, para volver a ser golpeado por el ruido de cientos de humanos pegándole al tambor y al bombo.
«Me habían dicho que era muy fuerte y lo es», contestó el director de cine Fernando Trueba, invitado especial del año pasado y el encargado por tanto de «romper la hora», de dar el primer golpe al bombo, cuando le preguntaron que sentía. Este año será el turno del también hombre de cine Montxo Armendáriz. Y en pasadas ocasiones el primer mazazo lo dieron gente como Luis Eduardo Aute, Francisco Rabal, Marelino Iglesias y Carlos Saura, entre otros. La mayoría suelen ser gente del cine, o al menos del mundo cultural.
Conocida más allá de nuestras fronteras y con el diploma declaración de Interés Turístico Nacional bien enmarcado, desde que se inicia la Cuaresma «todo el pueblo de Calanda se vuelca para preparar sus días más especiales de año», para el momento en el que el gran bombo se sitúa frente a la Casa Buñuel en una Plaza de España coloreada del morado de las túnicas de los participantes. Aunque en Aragón, se debe recordar, hay nueve municipios en Teruel que forman parte de la Ruta del Tambor y el Bombo, y que en Semana Santa alcanzan su cumbre con esa «rompida de la hora» a medianoche del Jueves Santo, a excepción de nuestra protagonista Calanda, como se ha mencionado, que sucede a mediodía del Viernes Santo.
Se redobla en familia, con amigos, se enseña de padres a hijos, trasmitiendo la tradición de generación en generación. Tal y como lo explicaba un participante de la «tamborrada» en un vídeo: «Sólo se puede entender si has nacido bajo el estruendo de los tambores». «Cuatro glorias tienen las tierras y paisajes de Calanda que hacen que sus gentes se sientan más orgullosos, si cabe, de su propio orgullo», dijo el ilustre maño, José Antonio Labordeta, incluyendo por supuesto los «los tambores crujientes que rasgan el aire con su putuntun al "romper la hora"» como una de esas cuatro «glorias» de este pueblo turolense.
El impacto de los tambores de Calanda en Luis Buñuel, el genio del lugar por excelencia, se reafirma por el capítulo de sus memorias que dedica a la ruidosa costumbre («que tal vez sea única en el mundo») y que ya había utilizado en las películas «La edad de oro», «Nazarin» y «Simón del Desierto», especialmente en las dos primeras, que llevan como fondo musical el sonido de los redobles de la «tamborrada», que producían en Buñuel un «estremecimiento físico, exento de toda razón». Así que nadie mejor que él para cerrar el artículo al que también dio comienzo: «Los redobles se rigen por cinco o seis ritmos diferentes que no he olvidado. Cuando dos grupos que siguen ritmos distintos se encuentran al doblar una esquina, se paran frente a frente, y entonces se produce un auténtico duelo de ritmos que puede durar una hora o más. El grupo más débil asume entonces el ritmo del más fuerte».
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