Víctor Martínez es arquitecto, venezolano, y lleva años viviendo en Málaga junto a su familia. «Fui criado en una familia muy bonita: mi madre, católica, nos inculcó la religión. Mi padre, de pensamiento científico, nos alentaba a cuestionarnos todo. Así llegué a la adolescencia y ante las preguntas que era incapaz de responder, opté por no creer en Dios. Yo era mi propio juez, según los cánones que yo decidía. Pero llegó un momento en que la imagen que veía en el espejo no me gustaba. Eso me llevó a replantearme mi matrimonio, el trabajo… Un familiar me invitó a un retiro de Emaús, y por respeto, fui. Quería descansar mentalmente», explica. Aquel fue el inicio del cambio en la vida de Víctor. «¿Cómo entender que en 48 horas logras sentir a Dios? Fue espectacular -afirma-. Aquel fin de semana aún no ha terminado siete años después. Experimenté el amor que Dios nos tiene, y siento la necesidad de dárselo a los demás mediante el servicio. El pago que recibo por ello es un auténtico gozo. Cuando Dios entra en tu corazón, es imposible que no transforme tu vida».
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Víctor Martínez encontró a Dios en un retiro Emaús
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