Efectivamente, no voy en peregrinación a Fátima únicamente para manifestar mi gratitud a la Virgen. También voy a ese lugar bendito para escuchar de nuevo en nombre de toda la Iglesia, el mensaje que resonó, hace ya 65 años, en los labios de la Madre común, preocupada por la suerte de sus hijos. Ese mensaje se revela hoy más actual y más urgente que nunca. En efecto, ¿cómo no sentirnos preocupados ante la inundación del secularismo y permisivismo, que tan gravemente inciden los valores fundamentales de la norma moral cristiana?
Nos oprime, además, la triste visión de tantos hermanos y hermanas que en la tierra mueren por el hambre, la enfermedad y la droga; nos amarga la constatación de la fascinación que todavía ejercen en el espíritu humano las varias formas de violencia; nos conturba de modo especial el tener que constatar la facilidad con que, incluso hoy, se cede a la ilusión que de la guerra pueda nacer una paz justa y duradera. ¿Cuándo llegarán los hombres a comprender que su dignidad se degrada cada vez que no se hace todo lo posible a fin de que la paz triunfe y reine entre los pueblos y las naciones?
Con estos pensamientos y estos anhelos en el corazón me arrodillare a los pies de María, para implorar su intercesión materna y para ofrecerle, al mismo tiempo, en nombre de todos los hijos de la Iglesia, la promesa de la oración, del arrepentimiento y de la reparación. Confío que este gesto mío sirva para despertar en los creyentes un renovado sentido de responsabilidad, impulsando a cada uno a preguntarse lealmente sobre la propia coherencia con los valores del Evangelio. (Juan Pablo II)
Негізгі бет VIRGEN DE FÁTIMA y SAN JUAN PABLO II: Oración, conversión y penitencia
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