Dios nos ha comprado y quiere tener un trono en cada corazón. Nuestras mentes y nuestros
cuerpos deben estar subordinados a él, y los hábitos y apetitos naturales deben someterse a
las necesidades superiores del alma. Pero no podemos depender para nada de nosotros
mismos en esta obra. No podemos seguir con seguridad nuestra propia orientación. El
Espíritu Santo debe renovarnos y santificarnos. No debe haber una obra hecha a medias en
el servicio de Dios.- SDABC6 1088.
Cuando el corazón es limpiado de pecado, Cristo es entronizado en el lugar que una vez
ocupaban la complacencia de sí mismo y el amor a las riquezas terrenales. La imagen de
Cristo, se ve en la expresión del rostro. La obra de santificación prosigue en el alma.
Desaparece la justicia propia. Surge el nuevo hombre, quien es creado según Cristo en
justicia y verdadera santidad. -CMC 32.
"Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo de gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu
del Señor" (2 Cor. 3: 18). Contemplar a Cristo significa estudiar su vida tal como se
presenta en su Palabra. Debemos cavar para encontrar la verdad como si fuera un tesoro
escondido. Debemos fijar los ojos en Cristo. Cuando lo recibimos como nuestro Salvador
personal, nos da valor para acercarnos al trono de la gracia. Mediante la contemplación nos
transformamos, y nos asemejamos moralmente al perfecto en carácter. Al recibir su justicia
imputada mediante el poder transformador del Espíritu Santo, llegamos a ser semejantes a
él. Albergamos la imagen de Cristo y ella se apodera de todo nuestro ser.-SDABC6 1098.De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así
enseñe a los hombres y muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera
que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. (Mat. 5: 19).
Las cualidades que brillan con mayor resplandor en los reinos del mundo, no tienen lugar en
el reino espiritual de Cristo. Todo lo que es altamente estimado entre los hombres, y que le
produce exaltación a su poseedor, como casta, rango, posición o riqueza, no se cotiza en el
reino espiritual. El Señor dice: "Yo honraré a los que me honran" (1 Sam. 2: 30). En el
reino de Cristo los hombres se distinguen por su piedad. . .
El reino de los cielos es de una categoría más elevada que la de cualquier reino terrenal. Si
hemos de ocupar en él una posición más elevada o más humilde, no dependerá de nuestro
rango, nuestra riqueza o nuestra educación, sino del tipo de obediencia que hayamos
prestado a la Palabra de Dios. Los que hayan actuado por egoísmo y ambición humana, los
que hayan luchado por ser los mayores, los que han manifestado importancia propia, los que
se han sentido por encima de la confesión de equivocaciones y errores, no tendrán lugar en
el reino de Dios. Si los hombres han de ser honrados como miembros de la real familia de
Dios, lo será por la forma en que soportaron la prueba de Dios que se les impuso en esta
vida. Los que no hayan sido abnegados, los que no hayan manifestado simpatía por los ayes
de los demás, los que no hayan cultivado los preciosos atributos del amor, los que no hayan
manifestado tolerancia y humildad en esta vida, no cambiarán cuando Cristo venga. . .
El carácter que nosotros revelemos ahora es el que decide nuestro destino futuro. La
felicidad del cielo se hallará poniéndose en conformidad con la voluntad de Dios, y si los
hombres llegan a ser miembros de la familia real en el cielo es porque éste ha comenzado
con ellos en la tierra. Han albergado el espíritu de Cristo, y cuando llega el llamado: "Hijo,
sube más arriba", los justos se apropiarán de cada gracia, de toda facultad preciosa y
santificada de las cortes del cielo, y cambiarán la tierra por el cielo. -RH 26-3-1895. 61
Негізгі бет Bautizos IASD Hemet 12/10/2016
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