Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre el reconocimiento del Estado de Palestina por parte del gobierno, una decisión que se lleva a cabo diez años después de que el Congreso lo aprobase por mayoría, tras un acuerdo entre el PSOE y PP.
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Diez años. Han tenido que pasar diez años. Para que el gobierno de España, hoy presidido por Pedro Sánchez, haga lo que el Parlamento le instó a hacer hace diez años, presidido entonces por Mariano Rajoy.
Diez años después, el gobierno cumple con la encomienda que le hizo el Congreso, con la abrumadora mayoría de trescientos diecinueve diputados -sólo uno votó en contra-, de reconocer ya la existencia del Estado palestino. Aún no estaba Podemos ni Yolanda Díaz en aquel Congreso.
Una década separa o une el día en que Trinidad Jiménez, grupo socialista, y Beatriz Salmones, grupo popular (oposición y gobierno) pusieron voz al acuerdo que habían alcanzado… con este otro día de 2024 en que el presidente Sánchez le puso fecha al cumplimiento del mandato.
Lo que hace diez años se celebró como un consenso entre los dos partidos mayoritarios del país hoy se presenta como el consenso entre los partidos del gobierno (está claro que ahí hemos rebajado las expectativas).
El reparo que una parte de esos gobiernos, y una parte de los partidos políticos españoles, le ponen al reconocimiento de Palestina como estado es el momento elegido. Porque siendo cierto que Sánchez lo hace en respuesta a la operación militar de Israel en Gaza y en la idea de que sirva como presión a Netanyahu para ponerle fin a esa operación y sentarse a negociar con la Autoridad Palestina, ocurre que la intervención militar israelí fue, a su vez, la respuesta a los atetados de Hamás y el secuestro, que aún se prolonga, de más de cien personas.
No es verdad que los gobiernos de España, Irlanda y Noruega sean cómplices del terrorismo antisemita
No es verdad que los gobiernos de España, Irlanda y Noruega sean cómplices del terrorismo antisemita. No es verdad que estén tomando partido por Hamás y en contra de los israelíes. Y no es verdad que reconocer el Estado Palestino, o aplaudir la iniciativa, equivalga a aplaudir a Hamás, lo que hace y lo que representa.
El gobierno de Israel está en su derecho a discrepar, criticar y responder como le parezca oportuno acorde al paso que han dado estos tres gobiernos. A lo que no tiene derecho es a tachar de filoterrorista o antisemita a todo el que comparta el paso que se ha dado.
Anunciada ahora la decisión, llegan las consecuencias
¿Cuáles serán las consecuencias? Hay una que no se va a producir: Israel no va a parar la toma de Gaza para sentarse a negociar los dos Estados. Hay otra que el gobierno desearía que se produjera pero tampoco parece probable: el efecto arrastre que lleve a los gobiernos que aún no lo han hecho a reconocer, también ellos, el estado palestino.
Sánchez acude a que el Congreso se dé por enterado de lo que ha decidido
El presidente Sánchez invocó ayer, para defender su decisión, la voluntad mayoritaria de los españoles. Es caprichoso el presidente con esto de la mayoría social. Primero, porque si algo caracteriza su política exterior es que desdeña la opinión de las Cortes, que es donde está representada la sociedad.
No acude a proponer o a debatir, acude a que el Congreso se dé por enterado de lo que ha decidido, sea sobre Palestina, sea sobre Ucrania, sea sobre el Sáhara. Y segundo, porque tiene acreditado que, para otras cosas, la voluntad de la mayoría social le es perfectamente indiferente: dentro de una semana se aprobará la amnistía, no hacen falta más ejemplos. Con el rechazo de la mayoría social como el propio gobierno tiene admitido. La voluntad popular como coartada cuando conviene. A sabiendas de que, aquí, todas las decisiones las toma el mismo.
El elemento familiar es lo que lleva al presidente a tomar decisiones de política exterior
Varios grupos le afearon ayer al presidente que retire nuestra embajadora en Buenos Aires mientras mantiene al embajador en Moscú o la embajadora en Tel Aviv. Interpretan que llamar corrupta a la esposa del presidente es más grave que haber atribuido a dos ministras la condición de afines al terrorismo (como hizo el gobierno israelí) o haber imputado a España, y a la Unión Europea, colaboración con el nazismo ucraniano, que es como Putin describe a Zelenski.
La constatación de que el elemento personal, o familiar, es lo que lleva al presidente a tomar decisiones de política exterior que involucran al Estado; y que la ausencia de factor personal, en Gaza o en Ucrania, es lo que le lleva a no ver necesidad de tomarlas.
Si esto mismo lo hubiera dicho hace un mes, le habrían sobrado tres folios y medio de su carta de San Pedro a los corintios.
Негізгі бет Monólogo de Alsina: "Diez años después, el gobierno cumple"
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