EL DIOS DE LA GUERRA
¿Por qué no puede la buena,
benevolente, posible,
final paloma, descender?
¿Y el trigo ser compartido?
¿Y los soldados enviados a casa?
¿Y las barreras derruidas?
¿Y los enemigos perdonados?
¿Y el castigo abolido?
Porque el conquistador
es víctima de su propio poder
y su voluntad está forjada
en el miedo de otro miedo anterior:
pues recuerda el ayer
cuando los que ahora vence
destruyeron a su padre-héroe
y rodearon su cuna
de zozobras fabulosas.
Hoy su sol de victoria
oculta la ansiedad de la noche
para que los niños de la matanza
pongan a prueba dientes de dragón, sembrados
por el sol en ocaso
para alzarse mañana
en cielo y mar ensangrentados
y vengar a sus padres de nuevo.
Aquellos que se rinden
en el desvalido campo
pueden soñar razones piadosas
de perdón pero, ay,
bien saben lo que hicieron
en su propia estación de sol en cenit.
Porque el mundo es el mundo
y no la gran matanza
que no absuelve al asesino
ni escribe historias
que acaban en amor.
Sin embargo, bajo las cadenas
de irritada desesperanza de las olas
la exigencia de amor jamás concluye.
STEPHEN SPENDER
(Poemas. Versión de Jorge Ferrer Vidal. Prólogo de Jorge Ferrer Vidal. Colección Visor de Poesía. Madrid, España. 1981).
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