Al llegar a Tandil, Ramón Santamarina comenzó a trabajar como peón en la estancia San Ciriaco de Ramón Gómez. Allí aprendió las tareas del campo argentino que fue perfeccionando rápidamente. Al cabo de un año, Ramón comenzó a observar la importancia de las carretas en el intercambio de productos con Buenos Aires, para finalmente decidir comprar con sus pocos ahorros una vieja carreta y tres yuntas de bueyes.
Comenzó de esta manera a llevar y traer productos entre Tandil y Buenos Aires ganándose una buena reputación que llegó rápidamente a oidos del coronel Benito Machado, comandante del fuerte, con quién inició una relación que se habría de fortalecer con el transcurrir de los días.
Desde ese momento hasta la llegada del ferrocarril a Tandil en 1883, Santamarina fue el mayor proveedor del pueblo y de la zona, trayendo desde Buenos Aires azúcar, yerba, vino, bombachas de campo, sombreros y otros objetos de tienda, además de artículos más sofisticados que llegaban por primera vez a la ciudad.
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